
Los olores desagradables afectan directamente en el día a día de las familias, que se ven especialmente incrementados cuando sopla el viento del sur o cuando suben las temperaturas. Aunque el funcionamiento de la planta sea el adecuado y la calidad del agua óptima,(cosa que dudamos) la presencia de hedores no se disipa. Las zonas de llegada y pretratamiento son las que más olores generan debido a la propia naturaleza del agua residual afluente y a los lixiviados que de ella se retiran. Es, además, muy probable que este mal olor indique la elevada presencia de ácido sulfídrico, muy peligroso para la salud de los obreros de la planta, llegando a ser mortal en altas concentraciones.
Además, en ocasiones se ven favorecidos por la presencia de vertidos industriales y por elevados tiempos de residencia del agua residual en la red de saneamiento, que dispone de sucesivos bombeos en serie. A este problema hay que añadir la afección paisajística del entorno, que se encuentran en el perfil de la costa y muy cerca de las viviendas.
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